martes, 9 de marzo de 2010

Acábese el hembrismo

Hola amigas/os. Les escribo de manera escueta porque no quiero interrumpir en demasía el ímpetu creativo que me invade desde ayer que era el día de la mujer. Con decirles que he escrito noventa y tres páginas en dieciocho horas de ensayo puro y duro sobre “Hembrismo y machismo: estructuras coadyuvantes para el desborde del imaginario femenino”.

Amanecí ayer dispuesta a aportar mi granito de arena por el Día de la Mujer. Estaba tan dispuesta que ni siquiera me tomé los antidepresivos la noche anterior para tener más energía y no andar tan gangosa. Hablé con la Tefi, una amiga mía, que es profe de sociales en el Colegio William Kilpatrick, él mismo donde estudiaban el Basti, la Piti, el Meme y un montón de panas míos de la época de colegio. Claro que antes era más chévere porque tenía filosofía Pesta (como el Pestalossi, ¿se acuerdan?) y les dejaban a los alumnos descubrir solos sus límites e intereses.

Bueno, entonces les contaba que la Tefi me dejó ir al colegio a darles una charla. Fue buenaso y no tienen idea de lo rico que me sentí cuando entré, me senté en el escritorio con las piernas sutilmente abiertas y les ordené a los hombres que se fueran, que esa charla era solo para mujeres. Me sorprendió que los tipos no se fijaran mucho en mí y que no se molestaran por excluirlos de la charla, sino que felices de la vida se fueron a jugar fútbol. Típicos hombres.

La cosa es que diserté sobre un tema que les fascinó a las chicas y que estoy seguro que la mayoría de todas/os ustedes desconocen: el hembrismo. ¡Ja! Los sorprendí, ¿sí o qué? Modestia aparte es una teoría que más o menos otras/os estudiosas/os han abordado, pero es más un invento mío, la cual me pondrá con toda certeza en la cumbre de la creación discursiva y de pensamiento mundial una vez que me encuentre haciendo mi doctorado en Bélgica.

¿Qué es el hembrismo? No podría definirlo en pocas palabras. Nada importante se puede definir de forma clara y/o en pocas palabras y si alguien lo hace es porque no tiene estudios suficientes. Uno no puede andar queriendo simplificar lo que le ha tomado años plantear y modelar como un cuerpo coherente de ideas. La cosa es que el hembrismo, para que tengan una idea, es, por ejemplo, cuando una mujer entiende que tiene poder y superioridad por encima del hombre, pero cree que este proviene no de su condición femenina intrínseca sino de justamente las cosas a las que el hombre, él es el culpable siempre él, le da valor.

Vamos con los ejemplos. Cuando yo estaba en el colegio empezando mi desarrollo hormonal y seguía presa en los condicionamientos de la sociedad falocrática entendí que lo que los hombres más valoraban de mí era mi cuerpo. Mis tetas para ser más específica. El sexo para ser más específica. Lo mismo pasaba con mis amigas, pero más conmigo porque yo era más guapa. La cosa es que nosotros estábamos convencidas de que éramos más poderosas que ellos por tener eso y lo usábamos en todo momento. O sea, me iba a tomar unas bielitas con mis profes para ganarme su cariño, les toqueteaba y abrazaba a mis compañeros para tenerlos siempre medio embelezados, con ganas de mí, hacía que se enamoraran para tener siempre carro, acolite y compañía a mi disposición. Igual todas mis amigas.

Claro que eso es estúpido porque lo que una termina haciendo es rebajándose justamente a lo que el hombre valora y le impone. Cuando eres joven es el cuerpo, luego es el ser la cojuda incondicional, de ahí ser mamá y tener a los hijos (si se pone cojuda se los quitas), luego el hecho de que cocinas bien y eres lo mejorcito que el man se puede conseguir, y de viejos que eres la única compañía que le queda. Claro, y una como está metida en los condicionamientos usa eso para chantajear como divisa dura. He ahí el hembrismo, hermano gemelo del machismo, y la subyugación absurda en el plano de lo simbólico que implica.

Yo tuve suerte cuando Maurilo Cebiana, en ese entonces recién llegado de Italia como intelectual disidente, fue profesor mío de filosofía en el colegio cuando yo tenía quince años y me liberó de mis condicionamientos (a veces cuando lo veo en la FLACSO me pregunto si aun me ama). Después de él me liberé del hembrismo, de la tiranía del físico, dejé de usar el irme a la cama como herramienta de chantaje. Me liberé y soy la mujer que soy yo.

Eso es lo que les dije a las chicas del Kilpatrick que debían hacer, mandar a la basura y tratar como pendejada a todas esas cosas a las que los hombres dan valor. Se pusieron felices. Ojalá lo hagan. Claro que hasta ahora sigo recibiendo llamadas de la Tefi que no sabe qué decir a los padres de familia que llaman reclamando. ¿Pero qué voy a hacer? Es parte de la guerra contra las legiones falócratas.

Se dieron cuenta de mi éxtasis creativo, ¿no? Modestia aparte, qué bien escribo.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Sin mi Shami

Hola amigos/as. ¡Qué hermoso verles otra vez! ¿No me vieron en la tele? Chuta, ni fregando, de ley me vieron. Yo sé. Una bestia cuando salí del Tena con toda esa tele y toda esa cobertura, me sentí a lo bestia. Y no me vengan con que no debí, o que está mal, porque yo no me ando con caparazones burgueses cuando me conviene ni voy a hacerme la Madre Teresa.

A ver, ¿cuántos de ustedes han estado aquí detenidos/as por drogas? Ninguno me imagino. O muy pocos. Porque yo sé que todos somos gente que hacemos las cosas bien (acuérdense que yo no hice nada, lo que pasó fue que mi shamán, él es de otra cultura ustedes saben, llevaba el cargamentito y yo me incriminé solo para salvarle el pellejo de la discriminación cultural). Bueno, el punto es que ese lugar, ¡es horrible!

¿Qué más iba a hacer? Yo era inocente y peor iba a dejar que a mi Shami le estén haciendo cosas horribles en la celda, cuando todo es un malentendido referente a construcciones históricas múltiplo culturales diversas en la alteridad. Así que le llamé nomás a mi mami que, como ustedes saben, ocupa un cargo importante en el Ministerio de Cultura. Por lo menos tuve la decencia de no ir directo donde mi papá porque, ahí sí, ¡ja!, como dice el payaso de Nebot, ardía Troya. Pero como no soy la clásica aniñada restriegacontactos, fui donde mi mami nomás.

El resto ya saben. Obvio, nos soltaron, quizás por coerción, pero no importa, porque al final éramos inocentes, y mi mamá nos vino a ver. Pero claro, el chisme ya se había corrido y ahí estaban estos desgraciados de la prensa privada, defensora del poder, perros guardianes del sistema (como dice Ramonet y repite el Rafael), plumas alquiladas del imperialismo, mentes mercenarias del capital financiero, esperándonos. No sé como se enteraron, pero ya quisieron hacer el tema como que fuera el Caso Nataly Emme Bedoya Segunda Parte. Por eso me encantó la actitud de mi Shami, tan libre, tan intercultural, de abrazarme y frente a las cámaras, haciendo el signo de la victoria y poniéndose un pañuelo rojo, encender un baretito en la cara de los policías, sacándoles el dedo.

Claro, mi mamá no entiende así que se dio a la fuga casi muriéndose, llorando y todo. Se armó un caos y suerte que en el griterío y la empujadera el Shami y sus amigos me rescataron. Nos vinimos a Quito y la verdad es que he pasado una semana de locura con mi Shami. Con decirles que hasta hoy solo había salido del cuarto para escribir ocasionales sonetos que me toman por asalto o recoger la pizza.

Hasta mi vecina del piso de abajo, vino hecha la dura a tocarme la puerta. Típica suquita aniñada mojigata. Yo, abrí y, de una, sin saludar, ya le dejé claro que conmigo no era la cosa. “¿Qué? ¿Vos nunca gritas? ¿Tiras calladita o qué?”. Claro, la man de una se achicó. “No, es que”. “Entonces, a ya sé, típico, ¡te molesta que meta indios al edificio! Hija de…”. La man, viendo que le iba a pegar, se acobardó (¿pueden creer? Casi pongo “acholó”) y me salió con que había dejado la puerta del garage abierta. Era verdad, pero sé que la man venía por otra cosa pero se asustó ante mi reacción.

Bueno, la cosa es que hoy en la mañana tuve una entrevista en Radio La Luna con respecto a mi caso. Y estoy súper preocupada porque cuando volví ya no estaba mi Shami ni ninguna de las cosas de mi departamento. Me da miedo que se lo hayan llevado a él, y a todos los muebles para no dejar pistas (típica operación de la CIA), o que se metieron los ladrones y, ya viéndole al Shami, se le llevaron también. O podría ser que tuvo una emergencia súbita y necesitó todas mis pertenencias, lo que me pone aún más nerviosa. Bueno, en fin, voy a seguir buscando. Si le ven, moreno, uno sesenta, con bigotito, pelo largo negro hasta la cintura, tatuaje de jaguar en un hombro y de Bruce Lee en el otro, arete en la ceja izquierda, me avisan. ¡Nos vemos amigos/as! Ja y esperen que ya van a ver lo que tengo que contarles sobre ese fascista, ese tal Juan Ber, la próxima.

lunes, 8 de febrero de 2010

Presa en Tena

Hola compas, ya estoy de vuelta. Perdón por el papelón de la semana pasada. La verdad hasta consideré borrar mi post pasado, pero eso hubiera sido ceder a la censura y los complejos que la dictadura de género nos impone a las mujeres (a los hombres también les impone, pero de otro tipo, así que no piensen que de esta salen ilesos). La verdad no voy a decir que ya estoy completamente bien, pero al menos estoy ganando segundo a segundo la dura batalla de la que hablé la semana pasada.

El jueves pasado, cansada ya de llorar, ver el techo, escuchar baladas, fumar y comer helado y Mc Donald’s, que fue lo que me quedé haciendo (sí, no voy a andar en este punto negando que a veces tengo deslices y voy a ese restaurante), decidí salir. Terrible, ya ni me entraba el pantalón creo. En fin, quería ir al cine, así que me puse a llamar a todas mis amigas. Todas me dijeron que estaban todavía en el trabajo y que estaban cansadísimas, que no iban a salir ese día. Eso fue lo que me dijeron, pero ya sé por dónde va la cosa: típico, como están casadas ya se dejaron oprimir, se rindieron ante la tiranía falócrata y ahora ya prefieren quedarse en el nido hogareño cuidando a las crías. O peor, el Migue ya fue abriendo la boca y ahora todas no quieren que ni me acerque a sus maridos. Patéticas.

No quería ir sola así que hasta me rebajé a llamarle al Paquito. No me contestó las dos primeras veces y a la tercera el celular ya salía apagado. No voy a hablar de eso, porque no quiero abonar los condicionamientos con los que estoy luchando, pero solo quiero dejar en claro que no entiendo qué pasó. Bueno, para ese rato ya me emperré porque me emperré y, con tal de no ir sola, terminé ofreciéndome a llevarles a mis dos sobrinitas al cine. Un tiene once y la otra nueve, y mi hermano me las dejó que me las llevara sin mucho lío. Me alegro que la mamá no haya hecho lío, porque, como es la clásica hembra reproductora dominada, me odia. La última vez que les había visitado, le advertí a mi sobrinita que se avecinaba su primera menstruación y me dediqué a explicarle largamente los cambios que sufriría ante el despertar de su condición de mujer. También le advertí sobre las amenazas y chantajes que comenzaría a sufrir desde ese momento. Claro, la mamá, lavada el cerebro, se puso furiosa conmigo.

Bueno, en fin, me llevé a mis sobrinas, pero no querían acompañarme al Octaedro ni al Ocho y Medio. Por más que traté de convencerlas, fregaban con “Avatar, “Avatar”, carajo. En fin, terminé cediendo, mejor eso que pasar comiendo en la casa (ya hasta me sentía mal). Entré de mal genio y en la caja la chica me pregunta si me interesaba una promoción ¡para mis hijas! Así tampoco, fue el colmo del sexismo y me molesté profundamente con la ofensa de la chica. Pero ya para qué amargarse así que seguí a la sala.

Mis sobrinas tuvieron razón, lo reconozco. Avatar es una película alucinante. Confieso que lloré ocho veces: dos por la sensibilidad emocional que arrastraba conmigo, dos de alegría, tres por nuestra Madre Naturaleza y una última ya porque se me vino todo encima. No les voy a contar la película, ni analizarla, porque prefiero que la vean, pero que la recomiendo, la recomiendo.

Avatar me abrió los ojos ante la brecha que había creado últimamente entre yo y la Pachamama. Claro, estaba completamente fuera de armonía. Por eso, decidí irme al día siguiente al Tena, a un centro de turismo sustentable. Me alegró mucho poder ayudar a iniciativas económicas no extractivas, no contaminantes y respetuosas de la diversidad cultural como ese lugar. La tarde que llegué me hice una limpia, una ceremonia de armonización corporal y una desmagnetización de los chakras con piedras ancestrales. Me hizo muy bien, pero me pareció un poco caro; trescientos dólares. La verdad es que acepté pagar tanto por las ceremonias solo porque sabía que estaba apoyando a la rainforest.

Esa noche pasé medio aburrida. Todos estaban en parejas, ¡siempre en parejas! Me sorprendió que habían muchas parejas incluso de canadienses y europeos, jóvenes. Francamente, me ofendió, me pareció un desperdicio y una traición, el ver a compañeras de género europeas reducidas ya tan tempranamente a una condición así, sobre todo teniendo en cuenta que ellas han tenido toda la educación, las guías y las oportunidades necesarias. No me quise pasar con esa gente, así que me quedé sola. Tuve que pasar la desagradable experiencia de que un holandés ya mayor estuviera hecho el que conversaba conmigo; al principio educado, pero claro, luego de un rato y ya con el trago le salió el Cromagnon así que mejor me barajé.

La mañana siguiente decidí buscar nuevamente un enlace con la Tierra, restablecer la conexión primigenia; como en Avatar cuando se conectan. Así que me fui a tomar ayahuasca ese día, con unos turistas, un grupo de estudiantes de la UTE y el shamán. El shamán era buenaso y sabía mucho, la mezcla estaba excelente; era un hombre muy interesante, aunque a ratos me pareció muy occidentalizado y vulgar para mi gusto. Cuando yo estaba en el trance, le pedía que hablara en lengua ancestral, pero no me paraba bola.

Bueno, la cosa es que me fue súper bien. En verdad, me sentí demasiado conectada con la Pachamama, en total sintonía y armonía. Pasé un tiempaso largo y me sentí sin ningún condicionamiento en ese lapso.

Claro que nada podía salir completamente bien, y aquí corto rápido porque ya me tengo que ir. En el bus de regreso venía con el shamán cuando nos paró la policía. Cuando el shamán me explicó, deprimido y resignado, que estaba jodido, que los chapas no entenderían lo que la marihuana significaba en su cultura, me vi obligada a intervenir. No podía permitir que, a un ser tan valioso, se lo sometiera a una vejación producto del racismo, el etnocentrismo, la occidentalización y la incomprensión. Me cogí yo el bloque que tenía en la mochila y me lo puse en la mía, para ponerlo a salvo de la policía.

Bueno, eso fue lo que pasó. Ahora estoy detenida aquí en un cuartel cerca de Tena. Pero claro, como a mí no me tratan con la prepotencia que tratan a los pueblos ancestrales, sé que esto se va a arreglar. Mientras, al menos estoy con cuarto solitario y me dejan usar la compu una hora al día. Mi familia está arreglando las cosas al momento y cuando salga podré contar mi experiencia mejor. Y el shamán estará conmigo para darme más argumentos y razones. Bueno compas, cuídense.

martes, 2 de febrero de 2010

Una dura batalla

Hola mis lector@s, mis compas, mis amig@s. Me he demorado un poco para este mi último post. Es que he andado atravesando una tormenta emocional que para qué les cuento. La verdad, aún continúo bajoneada, pero prefiero escribir a ver si se me pasa. No quiero darle el gusto a todos l@s sexistas que hay en esta página, que sé que hay un montón, que creen que como soy mujer y estoy bajoneada ya no voy a escribir. De pasito, ya pues, les pido que como lector@s reclamen: no puede ser que en esta página sigan apareciendo los escritos de personas como ese Cordovez Yerovi o el otro Juan Bernardo. No me he dado tiempo aún de buscar bien, pero estoy segura que en la Constitución de Montecristi están prohibidas esas cosas que dicen.

Bueno, les cuento lo que ha pasado. Justo la semana pasada, que estaba tan feliz, cerré mi compu luego de que puse mi post sobre lo bien que me iba con los proyectos y todo eso. De ahí me fui a la galería a conversar con el Migue, mi curador, y estaba, ustedes saben, completamente eufórica, ¿no les ha pasado? Me sentía a mil, las ideas iban y venían, tenía una sonrisa de oreja. El Migue estaba súper alegre por mí, se le notaba. Me hacía preguntas, se reía. Estaba cheverísimo.

De repente, y no me da vergüenza decirlo porque yo no ando con taras (chicas, no se dejen coartar la mente así), me dio cierto feeling por el Migue. Chuta, no sé, es como que yo estaba tan bien, y el estaba portándose tan lindo, lo hacía adrede el man, que hubo de repente una química asfixiante. Me entró entre ganas y curiosidad y noté que el Migue estaba ya bien confianzudito así que aproveché que le estaba pasando el bareto para acercarme a él y ponerme a unos centímetros de distancia. Sí, fumo y soy de las mujeres descomplicadas; si piensan que sus críticas al respecto me importan, se han equivocado de blog.

El Migue me viró la cara, se paró y se alejó unos pasos. Mi primera reacción, típica huevada producto del condicionamiento que tenemos desde niñas, fue pensar que había metido la pata, ¡que me había rechazado! Hasta pensé que era fea. O sea, eso de cargar la culpa es típico, ustedes saben. Pero afortunadamente caí en cuenta de que no era así. La culpa era, nuevamente, del sistema de etiquetas y objetualizaciones en el que vivimos, porque el Migue en ese momento, con cara de cabreado, me dijo que yo sabía que él era casado y me pidió que me fuera. O sea, primero que todo yo no empecé ni hice nada. Segundo, yo sabía que era casado, pero no lo pensé en ese momento, por el estado de exaltación en el que estaba, y además no es una institución que me despierte ningún miedo, ni reverencia ni respeto.


O sea, no voy a decir que la mujer del Migue es una bruja. Es buena gente y tiene cierta cultura. No es la típica anoréxica bruta por lo menos. O sea, lo que quiero decir es que no es contra ella en especial, sino contra una institución ridícula. ¿Cómo es eso de “me casé así que ya con nadie” o “ese man está casado conmigo así que déjale”? Estamos hablando de gente, no de productos del supermercado del tipo “cojo y es mío”. Yo creo en el amor, pero en ese amor que fluye, renace y se renueva, no en un anillo cuya única garantía es la rigidez social.

En fin, me tocó irme y me sentí mal. Los condicionamientos aún persisten, es increíble, así que por más que dentro de mí yo entendía lo que pasaba, no pude evitar sentirme hecho pedazos. Me fui a mi casa y me olvidé que el Paquito, mi novio, iba a verme ese día. Llegó para merendar y desde que le ví ya le noté raro. Pensé que me iba a ayudar a mí a tranquilizarme, y a él a distraerse, el hablarle de mis proyectos, de mi muestra y leerle un poema nuevo que tenía. Ya me entraron ganas y me puse a leerle también una primera entrega de mi ensayo “Falocracia y religión: la dominación masculina en la Virgen del Panecillo” que hice para la maestría y que creo que van a publicar en la colección “Palabra de mujer” del ministerio.

Estaba en esas cuando de repente el Paquito dijo “mejor ven” y me agarró de la cintura de una forma de lo más grosera, como si yo fuera una bailarina de cabaret. Se me voló la teja y empecé a decirle que qué creía que era, que no debía tratarme así. Tengo que reconocer que exageré un poco, pero solo me di cuenta de ello cuando vi la cara de odio con la que me estaba mirando el Paquito. Me di cuenta que había sido injusta, así que le expliqué que lo que había pasado era que el Migue se había propasado conmigo, que como estábamos con un bareto y solos había confundido las cosas y se había puesto a coquetearme. Le expliqué que casi caí, pero no caí, porque no estaba tan mal como el Migue creía, aunque igual nunca se me había ocurrido que el Migue era de esos. De todas formas la situación me había dejado sensible y defensiva, entonces le expliqué al Paquito que no era nada, que me perdonara.

Lo malo es que el Paquito no entendió. Nunca entienden. Reaccionó como un niño. Esas reacciones duelen, pero después son un alivio porque ayudan a recordar lo que son los hombres al fin y al cabo. Me dijo que estaba harto, que cortábamos y que ya no quería saber nada de mí. ¿Pueden creer? Así son los hombres: por un lado tienen la mente que tienen y si a eso se le suma todo el bagage social, ¡uf Dios! El tipo tuvo hasta el descaro de decirme que ya estaba ¡harto de mis ofrecidas con el Migue! Claro, la clásica del chapa hombre: si te violan te preguntan cómo andabas vestida porque de ley fue culpa tuya. Ese rato exploté y le traté mal, le dije de todo y, claro, él reaccionó con la típica, la de cuando no se les ocurre nada más, diciéndome gorda, fea, vieja, inútil, inaguantable y demás.

Pensé que me iba a llamar, pero ya va más de una semana y no me llama. O sea, no quería que me llame, pero era solo para ver. Igual, no importa, como todas, estoy atravesando una gran batalla en mi mente este momento contra las convenciones y los roles impuestos. Es duro. Por eso he preferido no salir todos estos días de mi casa, quedarme nomás encerrada. Necesito concentrar toda mi energía en esta batalla, por eso no puedo darme el lujo de andar saliendo, trabajando, estudiando o dando vueltas. Creo que me voy a quedar unos dos días más y después tendré que ponerme a andar nuevamente. Bueno, bueno, cuídense y ya espero la próxima no estar escribiendo cosas tristes. Malditos condicionamientos.

jueves, 21 de enero de 2010

Mi derecho

Les envío a todos un profundo saludo en este mi primer artículo. Ante todo, quiero agradecer a la Comisaría Primera de la Mujer y la Familia por haber atendido mi demanda y ordenar que se me acepte como columnista en Ecuador Insensato. Antes de que empiecen con cosas (porque ya sé que este blog es lleno de derechosos/osas) les dejo claro que antes de que yo llegara ¡no había una sola mujer en las páginas de Ecuador Insensato! Claro, para burlarse, ahí sí… con chistesitos sobre la ministra y las gordas. Porque para muchos las mujeres solo están para la cocina, la cama y servir de bufonas. Por eso me alegra que la justicia me haya dado la razón. ¡Vivimos un cambio de época!

Y no solo eso, sino que mi visión de mundo estaba subepresentada así que ahora puedo contribuir a que este medio sea más equitativo, tal y como lo estipula la Constitución.

Como no soy pesimista ni me han robado la esperanza, aprovecho para compartir con ustedes la felicidad que me embarga ante las cosas bellas que están sucediendo. Estoy llena de trabajo, sumergida en mil y un proyectos financiados por la Revolución Ciudadana que, hoy por hoy, me permiten realizarme a plenitud. Por eso mismo quiero aprovechar también para agradecerles a todos mis compas en el Ministerio de Cultura por acolitar (Chipi, Tere, Yoli, son unos/as bacanes/as).

Menciono esto porque hoy leí en el blog de un pana un comentario ofensivo reclamando que los/las que habíamos participado en la Feria del Libro habíamos cobrado 500 dólares por intervenciones cortísimas. O que nos dan miles de dólares por obras que luego nunca entregamos, o terminamos pidiendo más. Quiero dejar claras unas cositas al respecto.

Primero, la ley es la ley, así que si son fascistas retardatarios/as que odian el arte no me importa. La Constitución estipula que el arte es un patrimonio estratégico que debe ser protegido y apoyado, y contra eso no hay poder humano que valga. Segundo, ya para rebajarme al nivel de los amargados, hay que ser ciego para no darse cuenta de nuestra importancia. ¿Qué sería el mundo sin los artistas? No solo somos manantiales de alegría, sino que somos custodios/as de la identidad de los pueblos y de la memoria ancestral histórica. A través de nuestro arte se construyen los procesos que culminan con la elevación de la supraimagen de nuestra nación. (¿No entendieron? Entonces no opinen). Sin nosotros, no habría sino vacío, tedio y alienación.

Ya hablaré de esto más adelante, pero no puedo porque, como les decía, estoy a full de trabajo. Tengo que ir a cobrar unos cheques al Ministerio, terminar de editar mi poemario, afinar mi guión, coordinar el proyecto de danza y expresión corporal, comenzar con mi docu, seguir con mi traducción de Huasipungo al achuar, repasar mi ponencia para el Encuentro Iberoamericano de Escritores y hablar con el curador de mi muestra. ¡Qué bestia no me había dado cuenta de lo a full que estaba! Y ya mismo tengo que presentar mi tesis… Bueno, cuídense todos/as y ya nos vemos la próxima. No sean amargados/as y que la Pacha Mama los/las cuide.