martes, 9 de marzo de 2010

Acábese el hembrismo

Hola amigas/os. Les escribo de manera escueta porque no quiero interrumpir en demasía el ímpetu creativo que me invade desde ayer que era el día de la mujer. Con decirles que he escrito noventa y tres páginas en dieciocho horas de ensayo puro y duro sobre “Hembrismo y machismo: estructuras coadyuvantes para el desborde del imaginario femenino”.

Amanecí ayer dispuesta a aportar mi granito de arena por el Día de la Mujer. Estaba tan dispuesta que ni siquiera me tomé los antidepresivos la noche anterior para tener más energía y no andar tan gangosa. Hablé con la Tefi, una amiga mía, que es profe de sociales en el Colegio William Kilpatrick, él mismo donde estudiaban el Basti, la Piti, el Meme y un montón de panas míos de la época de colegio. Claro que antes era más chévere porque tenía filosofía Pesta (como el Pestalossi, ¿se acuerdan?) y les dejaban a los alumnos descubrir solos sus límites e intereses.

Bueno, entonces les contaba que la Tefi me dejó ir al colegio a darles una charla. Fue buenaso y no tienen idea de lo rico que me sentí cuando entré, me senté en el escritorio con las piernas sutilmente abiertas y les ordené a los hombres que se fueran, que esa charla era solo para mujeres. Me sorprendió que los tipos no se fijaran mucho en mí y que no se molestaran por excluirlos de la charla, sino que felices de la vida se fueron a jugar fútbol. Típicos hombres.

La cosa es que diserté sobre un tema que les fascinó a las chicas y que estoy seguro que la mayoría de todas/os ustedes desconocen: el hembrismo. ¡Ja! Los sorprendí, ¿sí o qué? Modestia aparte es una teoría que más o menos otras/os estudiosas/os han abordado, pero es más un invento mío, la cual me pondrá con toda certeza en la cumbre de la creación discursiva y de pensamiento mundial una vez que me encuentre haciendo mi doctorado en Bélgica.

¿Qué es el hembrismo? No podría definirlo en pocas palabras. Nada importante se puede definir de forma clara y/o en pocas palabras y si alguien lo hace es porque no tiene estudios suficientes. Uno no puede andar queriendo simplificar lo que le ha tomado años plantear y modelar como un cuerpo coherente de ideas. La cosa es que el hembrismo, para que tengan una idea, es, por ejemplo, cuando una mujer entiende que tiene poder y superioridad por encima del hombre, pero cree que este proviene no de su condición femenina intrínseca sino de justamente las cosas a las que el hombre, él es el culpable siempre él, le da valor.

Vamos con los ejemplos. Cuando yo estaba en el colegio empezando mi desarrollo hormonal y seguía presa en los condicionamientos de la sociedad falocrática entendí que lo que los hombres más valoraban de mí era mi cuerpo. Mis tetas para ser más específica. El sexo para ser más específica. Lo mismo pasaba con mis amigas, pero más conmigo porque yo era más guapa. La cosa es que nosotros estábamos convencidas de que éramos más poderosas que ellos por tener eso y lo usábamos en todo momento. O sea, me iba a tomar unas bielitas con mis profes para ganarme su cariño, les toqueteaba y abrazaba a mis compañeros para tenerlos siempre medio embelezados, con ganas de mí, hacía que se enamoraran para tener siempre carro, acolite y compañía a mi disposición. Igual todas mis amigas.

Claro que eso es estúpido porque lo que una termina haciendo es rebajándose justamente a lo que el hombre valora y le impone. Cuando eres joven es el cuerpo, luego es el ser la cojuda incondicional, de ahí ser mamá y tener a los hijos (si se pone cojuda se los quitas), luego el hecho de que cocinas bien y eres lo mejorcito que el man se puede conseguir, y de viejos que eres la única compañía que le queda. Claro, y una como está metida en los condicionamientos usa eso para chantajear como divisa dura. He ahí el hembrismo, hermano gemelo del machismo, y la subyugación absurda en el plano de lo simbólico que implica.

Yo tuve suerte cuando Maurilo Cebiana, en ese entonces recién llegado de Italia como intelectual disidente, fue profesor mío de filosofía en el colegio cuando yo tenía quince años y me liberó de mis condicionamientos (a veces cuando lo veo en la FLACSO me pregunto si aun me ama). Después de él me liberé del hembrismo, de la tiranía del físico, dejé de usar el irme a la cama como herramienta de chantaje. Me liberé y soy la mujer que soy yo.

Eso es lo que les dije a las chicas del Kilpatrick que debían hacer, mandar a la basura y tratar como pendejada a todas esas cosas a las que los hombres dan valor. Se pusieron felices. Ojalá lo hagan. Claro que hasta ahora sigo recibiendo llamadas de la Tefi que no sabe qué decir a los padres de familia que llaman reclamando. ¿Pero qué voy a hacer? Es parte de la guerra contra las legiones falócratas.

Se dieron cuenta de mi éxtasis creativo, ¿no? Modestia aparte, qué bien escribo.